No he querido hablar de nada en estos días, la tristeza de
lo que acontece en el puerto me había impedido comentar cualquier cosa. Sin embargo
he encontrado las razones para escribir. A quien lea el titulo y se sienta agredido,
he de señalarle que este comentario lo que menos busca es aquello. Les pido disculpas
desde ya, pero este panfleto busca algo totalmente distinto.
El Gitano Rodríguez, describe el sentir de todos los que
hemos vivido al puerto: “Pero este puerto amarra
como el hambre, no se puede vivir sin conocerlo, no se puede mirar sin que nos
falte, la brea, el viento sur, los volantines, el pescador de jaibas que
entristece nuestro paisaje de la costanera.”. Una vez que se
conoce al puerto es imposible dejarlo, se incrusta en los corazones y en las
almas, por eso, ver el llanto del puerto es ver nuestro propio llanto.
El puerto marcó mi vida. Hice amigos a los que querré
por siempre. Me enamore muchas veces ahí, aprendí demasiado, vote miedos, vote
prejuicios y también destroce mi hígado, pero valió la pena.
El
fuego ha arrasado mucho y no se detiene. La gula es pecado, dicen por ahí. El
fuego parece no saciar su hambre, sin embargo, quizás es esta gula externa, la
que nos esta devolviendo a la realidad, la que nos esta devolviendo nuestro
propio ser y nos obliga a mirarnos y a mirar hacia los lados, ya sin culpa,
sino por la necesidad de reconocer nuestra comunidad “si ellos están bien,
nosotros también”. Una necesidad de hacernos cariño. Un extrañar el mirar a
nuestros vecinos y empatizar con ellos, la necesidad de conocernos, de
cuidarnos, de querernos.
Durante
estos días de fuego hemos visto como gente desconocida intenta ayudar a gente
desconocida, a perros y gatos ajenos. Algo que creía perdido y me recuerda a otro
Rodríguez “eso no esta muerto, no me lo mataron” y es que eso que nos impuso el
modelo neoliberal marcado por el egoísmo, el arribismo y la falta de empatía es
superado por el fuego que quema lo dañino, a un costo muy alto, pero me deja la
sensación de que ese costo y ese daño podremos superarlos sólo si vemos la
necesidad de reconocernos como hermanos y como uno solo, todos somos uno. El fuego
renueva la naturaleza integra, y en esta ocasión renueva la naturaleza de
nuestros corazones y espíritus, una naturaleza plagada de amor, cariño,
solidaridad y empatía.
Una
vez más saldremos adelante, como decían los Beatles, con un poco de ayuda de
mis amigos.
Un
abrazo a todos.